La Zapatillera – Cumbre

Por José Luis Sánchez-Garrido y Reyes
Verano 2020

Cada vez que paso por calle Lucena-Esquina a Duranes, con acceso por ambas calles, me quedo fijamente mirando dicho establecimiento.
Con catorce años, conocí a Trini mi compañera por suerte, de toda la vida, fue en una Semana Santa. Ella trabajaba allí, en La Zapatillera. Éramos niños con catorce años. Hoy cuando veo a nietas de esa de edad, las veo como lo que son muy niñas, antes pienso se maduraba más prontamente.
Ella empezó a trabajar con 13 años, era fundamental, para poder sobrevivir en su casa, empezó en una tienda que había en Calle Duranes frente a la actual Zapatillera, del mismo dueño, vendiendo alpargatas de esparto, en aquellos tiempos de alto consumo, de muchas ventas.
Al poco de estar allí, fue cuando abrieron La Zapatillera los mismos dueños, pasando ella a este establecimiento que ya no era alpargatas sino zapatos, quedando abierto también el anterior, para las comentadas alpargatas.
Posteriormente unos tres o cuatro años después de la Zapatillera, abrieron Zapatería Cumbre, en calle Lucena colindante a La Zapatillera y comunicada con la misma, en la misma se vendían vamos a llamar zapatos de gama alta. Y allí paso ella. La Zapatería Cumbre, eran los mejores zapatos, la Cumbre, el mejor imposible y evidentemente los más caros. Hasta que, a los diez y ocho años, falleció la madre de Trini, lo que obligó a dejar el trabajo irse a casa y cuidar de la casa y de su hermana recién nacida.
Entró en La Zapatillera, en el mismo día que Pedro Molina, que ha estado allí hasta su jubilación y poco antes que María Jesús, la esposa de Pedro, que igualmente ha estado allí hasta su jubilación y buenos amigos.
Trini guarda buenos recuerdos de su estancia en este trabajo, especialmente de la dueña Charo que siempre ha destacado por su elegancia, inteligencia y simpatía, con la que aún siguen en contacto telefónico. Igualmente, el recuerdo se hace amable, con Amable Morán, fallecido no hace mucho tiempo.
En aquellos tiempos, zapaterías había pocas en Antequera, no voy a decir que fuera la única, pero casi. Las que recuerdo además era “El Cañón” que su frase de publicidad era “zapatos a cañonazos” y de la que mi familia era cliente de mucho tiempo atrás. También en la misma Calle Lucena Calzados “La Regia”, que era de una empresa de Granada con tienda en varias ciudades, así que me acuerde.
Las ventas eran muchas no solo para los antequeranos, sino para otras poblaciones más o menos cercanas que venían a efectuar compras en Antequera. Las personas de los pueblos cercanos solían llamar “la calle de los zapatos” a nuestra conocida y comercial calle Duranes.
Antes cuando un zapato se rompía, pues se llevaba al zapatero, para arreglarlo, y allí le hacían las reparaciones y salían como nuevos, pequeñas reparaciones o grandes reparaciones como era poner las suelas nuevas. Así que unos zapatos no eran para toda la vida, pero sí para muchos años, no había dinero, no existía otra alternativa que el ahorro. Y había por consiguiente buen número de zapateros, que hacían primorosos trabajos.
En la Zapatillera, los tres pisos por encima (había uno en cada planta), el primero vivía Sr. Amable y Sra. Charo, y en el de encima un familiar, por último, en la tercera planta, era el almacén, cuando venían los grandes aprovisionamientos para las ventas de la estación del año que correspondiesen llegaban con mucha anticipación y se subían, el piso se ponía hasta los topes, sin ascensor obviamente, después había que bajar las grandes cajas.
El personal ocho o nueve personas, eran todos muy jovencitos, en aquellos tiempos se trabajaba hasta las diez de la noche, incluso más tarde, había que preparar la tienda para el día siguiente y rellenar huecos, entonces si salían tarde le daban un bocadillo de atún, que les sabía a gloria, me ha comentado Trini, en más de una ocasión, lo bien que le venía el bocadillo de atún con el estómago vacío.
Los sábados estaba abierto mañana y tarde, hasta la noche. Allí creció Trini y se formó en el trabajo.
Yo salía con ella, e iba a esperarla algunos días, al verme me compensaba con una sonrisa y agitando arriba la mano, si ella no me veía, rápidamente los compañeros la informaban, para acompañarla a su casa, las esperas se hacían interminables y salía de vez en cuando “me faltan media hora”, “me falta 15 minutos”, lo cual evidentemente era falso. Y para no estar allí parado daba una vuelta a la manzana, o dos o tres, o cuatro. Y con una paciencia infinita. Que no la tengo, pero era lo que había. Esta situación sería impensable hoy en día, donde los niños no esperan nada.
Las ventas del establecimiento eran muchísimas, y la mayoría no eran al contado, sino que un cobrador iba a cobrar los zapatos, recibiendo su pago poco a poco.
Cuando los zapatos ya no se vendían por ser de temporadas anteriores, se le llamaba “macanas”, sobre las ventas de éstas los dependientes tenían una comisión y su precio lo rebajaban considerablemente, iban muchas personas de Antequera, y de localidades circundantes, cuando se ponían a venta las macanas. Recuerdo perfectamente el río de personal que entraba y salía para comprar zapatos. Era tremendo con colas, hoy día todo ha cambiado en general y mucho. En la venta de macanas los dependientes tenían una gratificación complementaria.
Trini era muy guapa (ahora lo sigue siendo más), y aparte de ello ella hacía buena parte de los escaparates, la imagen de ella, dentro de los escaparates haciendo los mismos, para mí era como ver a toda la corte celestial conjuntamente. Yo me quedaba totalmente embobado observándola, esto era claramente así. Ahora muchos días mientras duerme apaciblemente, igualmente la contemplo un rato igualmente, embobado, en sus apacibles sueños.
Ella ha ido y yo la he acompañado a algún acto, celebrando aniversario de inauguración, en el Parador de Turismo y se habla de vez en cuando por teléfono con Charo, que a pesar del tiempo no ha perdido para nada la distinción y belleza que ha tenido siempre. Conmigo igualmente se lleva muy bien Charo. Trini y ella son buenas amigas.
Ahora la fachada ha cambiado y ha sido construida por este empresario artista de la construcción antequerano Sr Bermúdez, que ha hecho muy numerosas construcciones de belleza incomparable en la Costa del Sol, entre otros puntos.
-He visto a tu hijo, esperando a Trini en la puerta de la Zapatillera- le decían a mi padre y a mi madre. ¡Las noticias volaban en Antequera! Ellos me comentaban -Pepe, no te decimos que es lo que tienes que hacer, pero te recomendamos que esperes y estudies, eres demasiado joven, y estás en edad primero de estudiar- Mi madre para Trini, como ella dice siempre fue una segunda madre.

Al salir, dábamos una vuelta, Trini y yo andando y andando, no había otra alternativa, yo por la calle y ella por encima del bordillo de la acera. No era un capricho. La explicación es que ella no es muy alta, y yo quizá sí, y así le veía mejor la cara, ella por encima del bordillo y yo por debajo, y en la puerta de su casa, ella encima del escalón y yo en la calle.
Allí en la Zapatillera hasta su jubilación trabajó Puri, mi prima.
Trini siempre iba muy elegantemente vestida, con telas que ella misma cosía, y copiaba vestidos de modelos de revistas que conjuntamente elegíamos. De poco costo, pero preciosos.
A Trini le gustan mucho los zapatos, a lo largo de los años, ha almacenado buen número de los que les gustan y los guarda en una vitrina dedicada a ello.
Hace muchos años, vinieron a Antequera dos pares de zapatos de alta gama, estamos hablando de hace 60 años, la marca era “Platino”, el tenerlos era en comparación como tener un Rolls Royce de zapatos, evidentemente muy caros. Mis hijos esto lo saben, y hace varios años, localizaron la marca, y compraron unos zapatos para ella que se los regalaron en Navidad. Nos emocionamos los dos.
Yo sigo mentalmente como si fuese ahora todos los días, buscando su compañía esperando en la puerta de la Zapatillera y de ello han pasado 60 años. Al final somos como niños, aunque yo nunca he dejado de ser un niño más o menos grande. Vecinos de donde hemos vivido en Sevilla o en Granada, a ella la conocen mucho, a mí menos y soy conocido como “el marido de Trini”, lo cual no me molesta en absoluto por supuesto, sino que me gusta.
Ahora ya regresados a nuestra tierra antequerana entre esta y Barbate, los dos ambos con 76 años, recientes, ya la vida es de otra manera, buscando la mayor tranquilidad posible, en lo que quede y valorando cada minuto, cosa que al menos yo, no había hecho antes al ver mucho tiempo por delante.

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