Los andarines del Torcal de Antequera

Por José Luis Sánchez-Garrido y Reyes
En pleno agosto de 2020

En el desvío de la carretera de Antequera a Villanueva de la Concepción, subiendo a la Sierra del Torcal, hay un mirador y una Placa dedicada a Diego Moneo, el gran conocedor de dicha sierra, el enamorado de ésta.
De todo ello hablo con un gran amigo que lo es Miguel Nateras y yo, tomando un café, el viernes 7 agosto, a las 11:30 de la mañana en el Bar Central, en Calle Cantareros y donde nos pasamos conversando prácticamente dos horas.
Miguel vivía cuando joven en Calle Merecillas, éramos vecinos, por tanto, desde muy jóvenes.
Miguel, lo típico era verlo junto a su hermano Juan, siempre juntos, ambos funcionarios de siempre de correos, todos los días venían a ver a su madre, a la misma hora a Calle Merecillas a tomar café por la tarde y estar un rato con la misma.
Un día de 2014, y tras una rapidísima enfermedad Juan falleció, yo me enteré bastante tarde de ello. Era difícil entender el uno sin el otro, siempre juntos todos los días desde que nacieron, un caso no frecuente. Los ojos de Miguel se le humedecen al nombrar a su querido hermano, los dos muy aficionados a andar y darse largas excursiones a la Sierra del Torcal y yo, que, en aquellos tiempos, incluso andaba, le acompañé como principiante algún que otro paseo, largas caminatas.

El padre de Diego Moneo, trabajaba con García Berdoy, con el ganado que tenía y que pastaba en el Torcal, así que desde niño estuvo subiendo desde el Nacimiento de la Villa, a la Sierra.
La figura de Diego era inolvidable y elegante en sus andares, derecho como una vela, con su boina, sus buenas botas de andarín y pantalón y camisa apropiado para ello, pasos firmes y elásticos y figura un tanto atlética, de tanto andar y absolutamente metódico, en su forma de entender la vida, a mí me tenía sugestionado su bonita afición.
Todos los domingos, menos los de calor veraniego muy intenso, una excursión a la Sierra del Torcal, andando desde Antequera, saliendo a las siete de la mañana y volviendo cerca de las tres de la tarde, y no de paseo sino a buen ritmo, para los que no estábamos en nada acostumbrados a ellos imposible de soportar, aunque el grupo amablemente, cuando iba un amateur, disminuía el paso y el recorrido.
El grupo era casi siempre el mismo, con algunas variantes: Pepe Guerrero, Ontiveros, Joaquín Franquelo, Juan Rubio, José Galán y, por supuesto, los dos hermanos Nateras.
Los aficionados de ir andando a el Torcal, lo hacía sin descanso. A Miguel le pregunto cuántas veces ha subido a la Sierra, hacemos números y teniendo en cuenta los años que lo han hecho, suma más de 600 veces, sí, sí, 600 veces. Yo no sé cuánto andarían cada domingo, pero probablemente estarían cercanos a los cincuenta kilómetros, subiendo y bajando peñas, con lo cual alcanzaban un perfecto tipo estilizado, eran verdaderos atletas.
Iban, sin bocadillos y sin agua, bebían en los “pilones” que ya bien conocían el agua fresca de la Sierra, rara vez se llevaban una cantimplora y lo hacía Joaquin Franquelo.
En el recorrido se iba hablando, cambiando impresiones, ellos conocían bien y muy especialmente Diego Moneo, el nombre de cada piedra, cada hierba, cada animal. Además, Diego, era un experto en setas y todos aficionados a las tagarninas.
Yo con los hermanos Nateras, salí más de una vez de excursión, volvía para el arrastre, ante las bromas de ellos. No estaba acostumbrado y ya primero estudiando en Sevilla y después trabajando fuera, lo hacía muy de tarde en tarde, y es un tema que siempre tenía en mi mente como ideal, que he añorado y echado muchas veces de menos, me hubiese encantado vivir en Antequera y estar en el grupo mencionado.

Diego Moneo, fue el que trazó en su momento el recorrido de los tres circuitos, con flechas de distinto color, en la Sierra del Torcal, pintando las piedras en su recorrido para no perderse, él con la colaboración intensa de la Sociedad Excursionista Antequera.
Ahora la Sociedad Excursionista, está muy menguada, en relación con su brillante pasado, donde era todo un referente, organizando eventos muy variados, tal como Paellas en el campo, algunos domingos en distintas fincas y lugares apropiados, Bailes en Feria, etc. hoy las cosas han cambiado mucho, como casi en todo.
Miguel me comenta que antes que él empezara a subir, se hacía desde la Boca del Asno, a donde se iba en coche, como no había carretera de acceso, a donde están ahora las instalaciones de visitantes, pues se subía en mulo, que se contrataba a estos efectos al pie de la Sierra.
Los excursionistas hacían escala en el Cortijo El Navazo, en lo alto de la sierra, arriba del todo, en aquellos tiempos propiedad de Eugenio Melero, el cual vivía en la misma, ello es otra historia apasionante.
Ir con el grupo de aficionados a andar en la Sierra, era una clase de naturaleza, de zoología, de botánica, de deporte, de comunicación, de sencillez, de amistad desinteresada, de humildad, de compañerismo, era la mejor dieta de adelgazamiento, era en definitiva un grupo ejemplar, una alegría, que constituían los Enamorados de la Sierra del Torcal. De los que se ha hablado quizá poco, y con una constancia año tras año, domingo tras domingo algo increíble y difícilmente superable y difícil de imaginar.
Supongo que algo similar ya en la actualidad no lo hay, el grupo de Andarines del Torcal, de Enamorados de dicha Sierra, de ir domingo a domingo andando y recorrer en buena parte la misma, forma sin duda un capítulo importante, dentro de la historia antequerana digno de recordar, sin duda, para tener presente.

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