El antiguo campo de fútbol «El Mauli» en Antequera

Por José Luis Sánchez-Garrido y Reyes
Verano de 2020

Mis recuerdos son del viejo campo, el que estaba junto al Paseo del Real y que hoy es una urbanización: Urbanización El Parque.
Del nuevo, del nuevo campo, solo fui una vez y hace años, al haber vivido fuera de Antequera, mucho mejor evidentemente, pero muy distinto.
Estamos hablando del viejo campo, pues de 1960 aproximadamente; allí fui con mi padre en diversos domingos a ver el C.D. Antequerano. Íbamos a “tribuna”, que suena muy altisonante y que realmente eran tres o cuatro escalones de hormigón. Eso sí, con el sitio de asiento un poco más alto que el pasillo, por lo que el que había detrás, no se limpiaba los zapatos en tu pantalón. Era el único sitio donde se podía estar sentado.
La puerta de acceso al campo, detrás del pabellón de la música, en el Paseo Real, una escalinata hacia abajo, y cuando llegaban abajo las escaleras, al lado izquierdo estaba “el ambigú”. El campo estaba en un hoyo en tres de sus lados. En el ambigú, vendían gaseosa, que previamente la habían colocado en barriles abiertos por arriba con barras de hielo, no había frigoríficos, que son inventos más modernos. Donde te vendían gaseosa de naranja o de limón y pipas en cartuchos de papel que allí preparaban, y papas fritas, en cartuchos. Las botellas que se habían usado mil veces de gaseosa, de cristal muy grueso y muchas descascarilladas por el gollete que las hacía peligrosas, y había que devolver “el casco”, es decir, el envase vacío, para que te devolvieran el precio el dinero de éste, o bien en el mismo ambigú, tomarte el refresco y dejar el envase allí. Por tanto, estaba claro mejor tomarlo en un vaso en la barra.
Los vestuarios estaban bajando la escalera comentada a la izquierda, los futbolistas al salir al campo y al regresar pasaban entre el personal espectador y se hacía un pasillo por los asistentes, si habían estado mal, se les silbaba y se le decían alguna que otra cosa, eso sí con mucho cariño, pero unas burradas tremendas.
Allí iba con un grupo de amigos de mi padre, que les gustaba el fútbol, me acuerdo bien de Antonio Jiménez Mingorance (el Barbero de Calle Merecillas) y José Cuesta Anguita (Fox), era divertido porque ademas de ver el fútbol, las conversaciones que escuchaba no tenían desperdicio ni falta de humor. Eran estas conversaciones de ocurrencias y gracias para mí, con tanto valor como el mismo fútbol.
Empezaba a las 4,30 de la tarde; en aquellos años, ver partidos de noche con el campo iluminado parecía una utopía.
Cuando el balón salía del recinto de las instalaciones, debido a algún fuerte patadón de un futbolista, lo cual era frecuente, se salía por la parte que da a las hoy instalaciones deportivas, es decir, el pabellón cubierto. En general a coro se decía “a las habaaaas”, pues en aquella parcela era el cultivo que había tenido años antes. Se iban algunos encargados de ello por el balón, que no sé si se encontraba siempre o no. Aunque había un dispositivo y preparos para que el balón no se lo llevase nadie. No estaba el horno para perder balones.
La parte opuesta del campo, la que lindaba con la Plaza de Castilla, era el Sol, donde el mismo te daba en la frente, estabas de pie, en una rampa del terreno, preparada para ello. Allí pues tenías que ponerte la clásica “visera”, otros llevaban el sombrero de paja. Y en el Sol, era más que frecuente la cantimplora, incluso algunos llevaban un botijo.
El Antequera jugaba en Tercera División de la de entonces, Grupo XI, los rivales algunos eran temibles: el Motril tenía fama de super leñero. Ya hoy con tantos cambios habidos no sé dónde militamos, en qué nivel estamos, le he perdido la pista. Con tantas divisiones y cambios, a mí al menos me han desorientado totalmente. Yo creo que se jugaba muy duro, pero sin mala leche.
Allí los jugadores, jugaban con mucha fuerza, con muchísimo tesón, lo hacían poniendo toda la carne en el asador y el Antequerano era muy bueno, uno del ramillete de equipos de cierta importancia en Andalucía, y atraía la visita de personal de los pueblos de la comarca.
El árbitro difícilmente podía terminar el partido sin ser muy maldecido, me daba la sensación de que los futbolistas en algunos casos eran ya un poco mayores, o yo demasiado joven, no sé. Los nombres de éstos se me han ido borrando con el tiempo, se me tienen que recitar para que los saques del baúl de los recuerdos.
Quien no se libraba de recibir maldiciones de todo tipo era el árbitro, al que se le decían algunas que otras verdaderas barbaridades, que soportaban como si fueran sordos, salvo en algunas ocasiones puntuales, que se dirigía a la zona, donde lo habían piropeado con aire beligerante, lo cual era peor. El jolgorio estaba montado.
En aquellos años andábamos más que escasos de televisión, que era un lujo, con pocas horas al día, un canal, después dos, y en blanco y negro, el fútbol tenía por consiguiente mucha afición, además se veían tres o cuatro espectáculos simultáneos: el fútbol en sí, lo que decían los espectadores de los lados, el espectáculo de los silbidos, saludar a amigos y conocidos, se hacían relaciones sociales, en fin bastante entretenido y con aire de divertimento, de fiesta, de pasarlo bien, incluso perdiendo no se perdía el humor. En Sevilla, yo solía ir a ver los partidos del Betis CF, simplemente porque el espectáculo no está en el campo, sino en las gradas y se pasa divertidísimo.
Palabras como: cafre, animal, bestia, mamarracho, inútil eran típicas, eso sí dichas con mucho amor. Y de vez en cuando alguna salvajada, pero dentro de un contexto elegante. Pero las menos, pues en alta medida había educación.
No se decían salvo muy de tarde en tarde, alguna palabrota mayor, porque entonces el público se volvía hacia el que lo había dicho y le decían más de una cosa, por su desvergüenza.
Había ambiente futbolero, muchos seguidores a veces se ponía el campo en algunos partidos importantes “a reventar”, había que ir antes y con tiempo, para poder tener un sitio adecuado, colas en las taquillas, que hacían entrar incluso con el partido empezado.
¿Cómo va, cómo va? Preguntaban los rezagados al entrar, y al salir en el paseo, se hacía como un pasillo de personas a un lado y a otro de la puerta del recinto que esperaban la salida del fútbol y preguntaban ¿Qué tal el partido?
Casi todos los que iban eran hombres, a las Sras. en aquellos entonces les gustaba poco el fútbol, aunque iban algunas y no faltaban, había forofas.
Hoy hay una urbanización, en un sitio que era ideal como ampliación del parque y que se perdió como tal para siempre. Con los bloques encima se castigó al suelo en no jugar nunca más al fútbol sobre el mismo, para siempre. Cuando allí construían me hacía la misma pregunta: ¡Con lo ideal que este recinto hubiese quedado como zona verde! Hay que dejar plazas y jardines en las ciudades, dejar espacios libres de parque.
Cuando paso por allí ahora, me parece escuchar aún un fuerte grito al unísono de ¡Gool!, que llegaba a cualquier confín de Antequera, así que no hacía falta ni escuchar la radio, solo contando los goles a favor y el de los silbidos en contra, podías contabilizar el resultado de cómo iba el partido. Los campos de fútbol, las Ferias, conviene estén muy dentro de la población, si está lejos, ya nos lo ponen más difícil, creo, por ejemplo, que si la Feria de Sevilla, la quitaran donde está y la pusieran a 6-7kms de Sevilla, perdería una barbaridad. Sobre todo, para los mayores, que cada vez somos más, necesitamos las expansiones cerquita. Es elemental.
Sí, los bloques de pisos Urbanización El Parque, me gustan, son bonitos, pero debían haberse construido en otro sitio y habernos dejado espacio más amplio para pasear en la zona llana, o mejor, dejar allí el campo de fútbol con un estadio moderno y renovado. Cada vez que paso por allí, me digo ¡Dios mío, ¿por qué no os han puesto en otra parte? El campo de Fútbol debía haber seguido donde estaba. Es como si quitaran el estadio Santiago Bernabéu del centro de Madrid. Tienen que estar cerca a la población, tendría supongo mucha más asistencia, y también nos quitaron el llano de la Feria, con un campo de Deportes (me refiero al que hay cerca del patio de caballos de la Plaza de Toros, poniendo la Feria en el quinto pino, donde yo no voy, por supuesto, quitando a la misma por consiguiente vida y afluencia). En mi opinión, es un absurdo dónde está el recinto ferial. A ver quién va allí a las tres de la tarde en pleno mes de agosto…y aparque y suba y baje cuestas.
Viejo Campo El Maulí, de tan bellos y entrañables recuerdos, cuando nos dábamos la mano y abrazos y no ahora que nos damos codazos.

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